Renuncia de espacio
renuncia de espacio
una
Fotografía de un labio
El cuerpo sobre la cama,
el silencio, el hueco y la orilla en la mirada imposible;
el silencio en la cama,
el riego de sangre dentro del vientre,
como huracán de una tarde de versos;
entonces, no pude contenerme,
salí disparado por la ciega pasión contenida,
por el deseo de encenderte, de incendiarte, de alejar mi pensamiento oscuro y distante.
El cuerpo sobre la cama,
el silencio sobre tu cuerpo, el hueco metido en tu sangre y la mirada fija en tu beso.
Paralizado en la curva de tu nombre,
entre ojos cercanos al viento
te observaba quieto, desnudo de sinceras poluciones
mientras soñabas con serpientes
mientras recogías los pedazos de cielo desocupado.
Besé tu labio.
Advertí en él un temblor de azúcar
y necesité decir mi nombre para cerrar una ventana
y desmembrarte de agua, sacarte del sabor en cada movimiento,
y deseé desearte
pero no pude.
Te di mi espalda y en ella erigiste muro de Tisbe
y en la herida depositaste un soplo violeta
que conservo ahora en mi azul,
pero no pude amarte
pero tampoco puedo dejar de olvidarte.
dos
Se pietà
Esperar en la blanda espesura del pensamiento,
escondido en la oblonga garganta que no nace río
es mi realidad, mi única verdad.
Ya sé que espero al medular silencio
hasta que tú me necesites, hasta que vuelvas a dejarte
recorrer por mi vagabunda lengua, quizá con deseo o basura.
Ya sé que espero tu mirada ingenua en la hora reprimida
que espera la decisión alargada de mi comienzo, hasta que yo decida
en mi reino, en mi bondadosa sencillez de amante, torpe,
reducido a piel apenas sensible.
Escucho que espero,
y acabo mis días ocre,
y me crece acero en las uñas,
y me dejo morir entre la espesa hojarasca,
en mi cama,
atormentada,
cansada del peso de mi tristeza
metálica.
Ya percibo que espero tu olor del que hallo sombras en mis células
y recreo el deseo que por entonces viví a tu lado,
cuando recorría en silencio fantástico tu columna vertebral,
azul,
y todo esto en su conjunto,
me mata y me humilla y me aplasta,
se me quema el alma y la cara.
Abro la ventana entonces.
Veo la luna observándolo todo,
y reconozco el eléctrico movimiento de un trébol
al mirar hacia atrás y entiendo su saliva.
Cierro entonces la ventana.
Imagino que algún día volverás,
cerca, sencillo,
a dibujarme algo en la cara,
a llenarme de números y metáforas.
Veo el alejamiento, ya, la partición del hecho.
La espera ha terminado.
Ahora solo te pido que tengas piedad de mí.
tres
Dos mil calles,
tres luces y
dos amables paradas de tren tren.
Al ir a recoger la luz que me bebía,
me atormentó el pensamiento
de decidir, y volví a tomar la luz número uno.
Me descompuse en algún tronco seco
y formé campo por el que anduve
sentado de espaldas al beso.
Paramos, y nos fuimos a morir.
cuatro
Y yo qué.
Por qué yo no puedo.
Por qué me siento perdido.
Por qué no me conocen.
Y yo qué.
Por qué me siento como el aplastamiento de una serpiente.
Por qué me lanzo cada día al lugar donde escupen las moscas.
Por qué.
Y yo qué.
Por qué siempre he sido arteria.
Por qué no me adapto.
Por qué yo no sangro.
Por qué tiemblo cada vez más.
Por qué no aprendo nada.
Por qué he sido nacido.
Por qué yo no sangro.
Por qué no hay lanzaderas humanas.
Por qué es azul.
Por qué no a un portazo.
Por qué el equilibrio.
Porque la delicadeza escuece.
Porque por debilidad morimos.
Caemos, por primera vez, con la espalda atada al sonido.
Caemos cerca de la onda.
cinco
Es como un azote.
Si es dado este momento,
es como inmaculada palma sobre el rostro suavizado,
es fuego de tiempo, es soledad reducido a un átomo de fuerza,
es tiempo de esperar, es un segundo de brumas aromáticas,
de selvas dadas como un trozo de manzana.
Es como un azote, insisto,
un azote dado este momento,
es vehículo de certeza en que se hace la fotosíntesis
y se sacia,
y se vuelve sucia, soledad que te duerme encima de cualquier hombro
y debajo del dolor, sobre donde se apoya la mi sangre,
la mi vista, sucia de soledad.
Un beso se amanece + se teme a veces.
Ser en un beso recibido te duerme, te arrulla dentro de un tronco
y te deja solo, recibido, a oscuras entre el aire y tú.
Solamente un beso es duelo entre el ser único y tú,
acariciándose la espina, la ardilla, el ácido.
Ser besado en un cuerpo que se desborda y dice,
da, dio y números.
Ser recibido en un beso, ser matado por una invasión
de agua, agujereado a propósito por la lluvia...
Ser cogido en un beso, arrastrado por la temperatura,
diciendo segmentos de vida entre los labios
dosificados a gotas de ser, incorporados en un ángel.
Ser en un beso recibido enferma y duele, dura y da.
Ser en un beso estremece de veras.
Ah, dar un beso, ser conjugado en un beso como besarás
da calor, da, sobre todo, ciencia y plástico engendrado
en las matrices de vacas que duelen y mugen el Credo
y pisan besos muertos, besos que se besaron y están enterrados,
envueltos en personas rotas, golpeadas por barcos que se borran en el papel.
Ser un beso es divinizador, un beso suave, digerido en la misma piel,
ser recibido en un besotrazo, ser eléctrico
y persona diluida en carne,
persona dolorida y sola.
Ser en un beso único paralelo es la naturaleza.
Ah, tiempo de besos,
tiempo de sembrar dulces y de ver crecer dientes.
Saltar la luz en vez de beberla, como es habitual,
hacer la sangre con las hormigas,
juntar el día con la ciencia, decir que sí a todo, ah, ¡cómo decir sí!
Ser duelo de camas, de dulces terremotos, de caídas en suelos
con perros galgos que sostienen su sombra con los párpados.
Ser escupido en la recepción de un beso, limpio, trémolo,
dichoso, esquemático y concebido del solar de paso.
Dar besos es dar bosques y diásporas del cristal de vivir,
postrarse de noche ante el beso, y conocerlo y temblarlo.
Ah, muero, muero con el beso besado, muero con la tristeza del caminar
de un domingo, muero en el beso casi cerca de ti, a milímetros
del Infierno, dentro de cápsulas azules de sueño.
Beso cerca de ti y muero cambiado
por tabla aromática de roble.
Me fui a dar un beso y caí de un beso recibido en el fondo de una pared dibujada.
seis
Con la palabra impedida
Con las bocas y sus bocas
del día a la noche
parece que del oxígeno se percibe la luz,
parece que del mugido se desea un tiempo.
Con la boca en la palabra impedida
con el semen y el trigo y el antes,
es imposible que del título se enuncie solo el incendio,
el número de diversas fieras.
Con el paladar aún húmedo por el llanto
y la flor
oscuras pieles y hueco hueco.
Con la garganta desgarrada,
la sangre dulce y la mirada frágil
me desvisto frente al hielo
y me abrazo escrito a mi nombre.
Con la boca diciendo,
con el lenguaje impedido,
con la palabra estéril
me imagino allí, dormido.
Con la serenidad de un árbol
y la fragilidad en las rodillas
me postro ante ti
teniendo en cuenta lo dicho.
siete
Abrí la ventana para escuchar más cerca el fuego,
y el fuego no fue más que debilitada incorporación
hacia mí mismo.
Comí copiosamente
sin querer hacerlo,
sin necesitarlo mi organismo,
y me satisfice
pero algo en mí me estorbaba.
Continué pues la indagación íntima,
la dudosa y cercana incorporación.
Fue aparatosa la intención de mejora
pero conseguí convertirme en un ser extraño
y alejado de todos y de todo.
Como algo habitual, continué sabiendo mientras el mundo
se encogía en lana de oveja
muerta.
ocho
Ocupé, de nuevo, el silencio
con mi ruido.
Tuve que beberme tu electricidad
muy cerca
aprovechando la oscuridad del movimiento
para que el viento no nos respirase,
para que el color dejara
tras de sí el matiz esperado.
Pero yo no me encendí,
mi calma rugió por ocupar
sus acepciones y rodeó la vacilación
con su tejido
inerte.
nueve
Delibero un rato y
un grupo de palomas se desploma
de la tarde.
dejando atrás de lo que hablábamos,
Decido el largo caminar
de un rinoceronte,
de una hambrienta luna de soledades
y de la negra y espesa noche, con sus balcones
llenos de ojos que engordan la mirada para siempre
hacerse otros.
De imaginación, la noche se viste con la imaginación.
No hay animales en la noche, solo árboles y duendes.
Me imagino medio dormido en la altura de un monte.
La bacía se me ha encogido entre el poyete en
el que estaba imaginando.
El verde césped se revuelve y deja en cada
aleteo de su flor un elemento, casi almendrado.
La casa se yergue dulce en la montaña.
Observo el reclinar sonoro de la tarde
al desvirgar la noche.
Decido una huida, una huida aquí cerca,
únicamente para alimentar al pulmón desacostumbrado.
Llamo a una puerta.
Me siento en una piedra y observo
el paso lento de las palomas, subiendo,
bajando, desnudando la calle tras su aleteo.
Demoro la partida para volver más rápido al
movimiento, al hablar con la puerta y con el lado
de atrás.
Como.
De veras me levanto con el aliento
sórdido y extraigo de mi boca
una hoja de arena.
Ella se levanta, como la casa se erguía,
Y, en un impulso de cerámica, sale volando
por la ventana en un bostezo de huida.
—Delirios, vuela bajo la mecedoralenta
y cógele los ojos a la gente
y tráemelos para estudiarlos.
—Delirios.
me enluto para dormir.
Etc.
una
Le trajo sangre en las manos:
se la trajo y fue rechazado.
Cambiaba siempre de nombre
para no parecer siempre el mismo,
para esconder que su piel era de cera
y no quemársela con el fuego de una voz.
Escuchaba solo a los peces que rodeaban
la casa de leche en giros trastornados.
Caminaba por el monte, por donde no había más que suelo
y recogía en sus manos,
junto a la sangre,
la sombra de las estrellas que en el suelo se dibujaban.
Y volvía, siempre volvía con los pulmones llenos de rostros,
con los ojos castigados de mirar siempre lejos,
y con las manos repletas de sangre.
En ellas, ya habían fermentado incluso las piedras
y las intentaba vender en la tarde, después de llover,
mas no era visto, no era más que atravesado por cuerpos
de leche, rodeada por los peces.
De pie, en la ventana dio un paso hacia delante
y cayó, bajó rápido mientras sus lágrimas flotaban en el aire
y se pegaban en el ladrillo y en las miradas de los pañuelos.
Sus manos seguían teniendo sangre que, como joya preciada,
había estado regalando sin ser visto.
Ahora no ofrece sangre, no ofrece más que su desaparición
como habían querido siempre los que no le conocían
por no haberle visto,
por haberle atravesado en vez de haber aceptado su sangre.
Miren qué pasa ahí fuera.
dos
Todos los pájaros muertos cayeron sobre el agua bebida.
Todos los pájaros que aún vivían murieron
con las alas pintadas de rojo, con los huesos
fuera, entre las plumas suaves que antes
acariciaron el viento. Porque el viento
loco
perdió la razón y golpeó con fuerza y arena
la médula de los pájaros, el alma de los pájaros.
Todos, ahora, todos los pájaros con los ojos
flotando en la sangre, en las escudillas de la cara,
se besaban en los labios
sonriéndose,
se acariciaban, muertos, el pelo
en silencio absoluto, con un tranquilidad eterna.
La verja se cerró y se juntó con su gemela
en un golpe y las dos formaron una cruz de hierro
que despidió a todos los pájaros.
Allí están, allí los podéis ver y son más
que nosotros y se besan y sonríen y se acarician el pelo
dividiéndose el pan en dos: una para mí y otra para ti.
tres
Apenas nadie me conocía.
Tenía una identidad maldita, algo similar a la desolación,
pero me acerqué a ellos con la seguridad entre las manos.
Comencé a arrancar las ventanas de los edificios para dejarlos al descubierto
porque me habían dañado las manos durante la guerra:
eran entonces ellos los que tenían que sufrir al menos la parte
proporcional que les correspondía por haberme matado una vez más.
Como era de esperar, volví a perder la partida y rehíce las maletas,
y me escondí dentro de un árbol para que nadie me viera.
Desde entonces, allí estoy escondido, cercano a la desaparición.
cuatro
Las pesadillas se sucedían en cada madrugada. Primero, comenzaban como presagio de algo previsible. Pero, al final, todas ellas eran caballos desnudos en su mente. Caballos vigorosos de azuladas venas que, por los orificios nasales, escupían semen.
En aquel sol, la tierra seca aparentaba ser un desierto; las piedras no lloraban más polvo porque la sequedad era casi irrespetuosa. El sentimiento era entonces placentierro.
De pronto salí al mundo, vómito inefable. Descubrí rápidamente los entresijos del hueso ser y aterricé en que estaba solo en aquel juego. Recogí materia entre mis manos y me escapé corriendo de aquel lugar. Por el camino, no hallé más que la conversación entre robustos árboles. Uno de ellos, el más violeta de todos, me miraba entre sus ramas. Me observaba mientras deslizaba sinuosamente sus raíces entre las hojas de leche ardientes. Yo le escuchaba expandirse, creciendo; así era como él se explicaba. Tras unos segundos, inicié incierta navegación. Anduve un camino largo y escarpado. A ambos lados del mismo me dijeron o me parecía verlo todo turbiamente, con rubor escolapio. Cuanto más me acercaba al borde, más reducido era el aliento. Era una hipermétrope visión. Se derribó entonces una columna en el camino como expulsada del cansancio. Era una naturaleza sintética que se podía analizar abriendo una ventana. El paisaje entonces era Windows.
cinco
Al fin, la muerte cabalgó de terciopelo su insolente mirada.
Eligió el caballo como víctima.
El interior de la almena pudo atrapar entre sus pesadas piedras
el chasquido mate del estrangulamiento.
La muerte elevó la guadaña mientras mordisqueaba con un gesto lento y casi diminuto
su labio.
Por su boca salió del caballo el alma despavorida entonces.
Sobre el cielo se posó un manto oscuro
que cubría toda su extensión.
Tras los agujeros del tejido
ni la luna acaso pudo asomarse ni dejarse entrever.
En aquel insólito lugar aún resonaba blandamente
el crujido de los huesos del desbaratado caballo.
De las miradas, con el despiste hacia el teñido cielo,
la muerte extrema había ya desaparecido.
El cadáver del animal fue absorbido por el viento.
seis
El jardín que rodeaba tu cuerpo
olía, aquella noche, casi apagado.
Levanté la lápida y con manos y
pies descalzos retiré la tierra
funeraria que te enterraba.
Después de excavar largas horas,
por fin hallé el brillante ataúd
que te tenía presa.
Sí, abrí la puerta de la muerte
amada y te vi, a ti, amada muerta,
sumida en un sueño crónico.
Te desenredé el pelo que tenías
ya casi desprendido de tu hermoso cráneo
y comencé a acariciarte a ti y a las
larvas que te nacían de entre los cabellos.
No decidí besarte, solo observar
tu quietud, tu desaparición colocada en
una caja que antes era mi mano.
Te toqué las manos frías y deshechas
y tu mirada me miraba sin verme
y acerqué mis ojos a los tuyos por ver tu
muerte confundida
entre la memoria aún viva.
Tu espalda estaba cerca de la raíz que agarraba
con mi otra mano
enterrada.
Quizá quisiste bailar conmigo un tango
aquella noche, los dos sobre el cemento.
Alumbrados por la tenue luz de las estrellas.
Yo te hubiera agarrado por la espalda
y te habría movido tu muerte
para así, encima de tu lápida,
poder pisar la quietud que señala tu muerte.
Ese tango de invierno habría significado el baile
de lo imposible.
Ahora, los dos, tú muerta y yo vivo,
enfrentados, me haces llorar
porque al mirarte no me miras
sino que con inertes ojos veo por el recuerdo
que tu iris me inspira.
Miras al frente, a la tapa de tu caja negra.
Estás debajo, mi amor está debajo, cercano a la realidad.
Por eso te digo que te amo en una dirección
hacia
abajo
amada muerta, ahora solo muerta.
Recojo en mis manos el insecto que
ofreció tu boca en la despedida.
Lo amo.
siete
En el vientre de la madrugada
una vaca de piel se partió a la mitad,
y en su mugido potente de cristal, olvidado,
el alma se hizo idioma.
Los pies arrastrándose dentro del camino,
las almas despiertas ante la luz naranja del día,
y los hierros en las manos ásperas
hacia las vísceras del campo.
El hierro clavado en la tarde levanta
la tierra húmeda de orina de vaca.
El hombre y la mujer enamorados
vuelven oscuros al hogar del alma.
La taza, la hojalata y el muelle
clavados en la espalda de escoba donde
muge la vaca parida, donde lloran las arañas.
La vieja Castilla seca el llanto y esculpe el polvo
que recubrirá el viento en su sangre de lana.
ocho
El duelo entre la memoria
y el frío de la memoria
acaba de terminarse.
En la copa de un árbol diviso que el mar enloquecido suena como el chasquido de la muerte al morir.
A oscuras se entienden mejor las penas,
a oscuras y sediento: eléctrico.
En la copa de un árbol diviso que el mar enloquecido suena como el chasquido de la muerte al morir.
Fluye la victoria tras el acuerdo de ahora
y de tanto sufrir haces de ti un placer inequívoco.
Pasas de largo ante el hambre, restas días al primer
sonámbulo que se te cuele entre las rodillas y prefieres morir.
En la copa de un árbol diviso que el mar enloquecido suena como el chasquido de la muerte al morir.
El duelo entre la memoria cansada
y el frío de la memoria es distinto:
sabe a hielo.
Pasas de creer saberlo todo
a saberlo todo y, por eso, te mueres.
En la copa de un árbol diviso que el mar enloquecido suena como el chasquido de la muerte al morir.
Apoderados los días de las tentaciones
prefieres dibujar tu vida que pintarla
y sigues muriendo, pero esta vez sin sangre,
la sangre se la llevó el recuerdo dormido.
En la copa de un árbol diviso que el mar enloquecido suena como el chasquido de la muerte al morir.
Caminas terminado, habiendo visto todo
por tus ojos estrangulados
mientras que ves, eso sí, cómo otros caminan pasos de caramelo.
Y decides morir más rápido
pero eres enjaulado dentro de un coco
dentro de una ka.
En la copa de un árbol diviso que el mar enloquecido suena como el chasquido de la muerte al morir.
Te imaginas que la memoria está dormida
pero permanece injertada en tu rostro
en tu rostro detallado, escondido en la boca de
un santo.
Permaneces fascinado ante lo que parece muerte y no es.
En la copa de un árbol diviso que el mar enloquecido suena como el chasquido de la muerte al morir.
Piensas en comer bujías y delirios
pero caes en un sueño sin eñe
y te distancias del cielo
y te olvidas de la memoria
y te envuelves en frascos rojos
y nadas entre la espuma
y te aspiras como humo
y te vuelves a tragar
y desapareces ante todos
y te vuelves índice
y te rasgas la orina
que no ofreces para escribirla
para recordar la memoria escondida
tras los trapos de cocina que enciendes
y te equivocas tanto como la iglesia
y te denuncias dentro del coco
y permaneces liso, en línea sintrazo
y, tras comenzar la huida, se te entumecen los versos,
se te elevan los genitales
y tienes hijos distintos a ti,
parecidos a las páginas de un libro
y mereces que te obliguen a quererte
pero hallas dificultades que te cierran los puños,
entonces continúas muriendo entre aleluyas,
renaces y comienzas solo, como al inicio.
En la copa de un árbol diviso que el mar enloquecido suena como el chasquido de la muerte al morir.
una
Vidas de amantes
desde la ventana con sus sostenes
quitados.
De la doblez del camisón púrpura,
del agujero entre la raja del medio culo lunar,
y de la lluvia entre los pezones,
se deslizaba el níveo pecho entre los labios.
Entre el cristal entumecido
de la piel, la lluvia siempre se metía
en el orificio,
en el ombligo de exposición.
Para el temblor de las pupilas
creyeron que la vida
se les acababa entre cada gemido
como la supervivencia que deforma
el adentro.
De camino a la rodilla,
en la confusión de los deseos,
se hizo víctima el dedo
que temblaba como un maíz
también víctima de su rectitud.
Para el tobillo no hubo momento,
momento que se controlaba
con el ritmo taciturno
de África
que enmudecía al silencio,
entre roncos gruñidos de alfiler.
Sobre la cama se quemaban en amor
plástico y blanco;
como el cristal se amaron
duramente, como encuentro último
entre ardillas.
y de la bolsa colgaba aceite
derretida.
dos
La vaca desenterró con
sus pezuñas el beso que oculté entre sus párpados,
porque descuidaba que te quería.
Cada dos días te olvidaba más que nunca
hasta que te tendré que matar.
Esta tarde me voy a ultratrapar entre
los dedos de tu lengua para estorbarte en cada sílaba,
en cada palabra.
Tu cara octogonal como el pasado
permitió que pasara alguna tarde entre las algas
del coño que te fusila en tu femineidad.
Me sigues rompiendo.
Me sigues rompiendo.
El paseo es interminable hasta tu casa,
que es como como comprar larvas en Roma.
Me sigues rompiendo al hacerme
masticar neumáticos del estú.
Y me dices mentiras de cerámica
que yo pego en mi piel para mantenerme en pie.
La gente escupe y me saca brillo pero.
El tren pasó a toda velocidad y arrancó de cuajo el tallo
de las cuatro flores.
Todo desapareció y la vida se desdobló para mí, sin longitud,
no forma de volverla a plegar[1].
tres
94
Ahora que me encojo,
ahora que intento reducir
mi acompañamiento,
llegas desnuda de ojos
remediada y acostumbrada a ser.
En cada minuto respetado
en mi voz que es casi tuya
y que mantienes hilo-hijo-hiena.
El misterio se despierta
en cajas líquidas.
El misterio se abre
en cada corola de plata.
El misterio de cogerte
entre mis dientes.
El misterio de nacer.
Ventana.
Y la alegría (diminuta)
dueña de a veces calma.
Ahora llegas dormida,
cuando mi latir está fosilizado,
cuando mi latir está fosilizado,
cuando mi latir está olvidado.
Cada caja que te regalo,
cada surco que desmiembras
de una sonrisa
que nadie más que tú
envuelves entre la carne.
Vienes ahora descarnada
como una tarántula india.
Vienes ahora a verme crecer
a llegarme adentro, donde nadie nunca antes entró.
Vienes de madrugada, como las putas
y reservas en tus senos de noche
la piel más lisa de Occidente.
Piel mojada entre auroras.
Vienes ahora, en la noche sucia
a cogerme, a cargarme de letras,
ahora que ya morí
que necesité tiempo más agudo,
y no puedo morirte, porque vivo muerto
acusado de perdición y transparencia.
Te dejo entre los colores
del humo.
Presiento que hoy tampoco va a ser un gran día.
una
Recorro cada músculo real
y negocio en todo instante la nota suave y crecida.
Dentro un cristal de animal manso observo
la crecida del agua, y vacío en las manos,
entre meandros, las lágrimas que esculpe tu recuerdo.
Mordí la palabra que me dedicaste y la mantuve cerca,
paseando,
al tiempo que golpeaba mi pecho contra las personas/estuche.
Me imanté a tu figura y a tu sal como una larva desperezada de un árbol velado.
Soplé el suelo que te llevaba al otro lado del planeta
para empujarte y reír después dentro de una almohada,
sin embargo, no pensaste en mi ventana, no tuviste ojos,
ni labios, ni ceguera para mí: únicamente verbo (y no digo que sea poco)
pero es tan escaso, tan ínfimo el recorrido desde tus nalgas hasta mi codo
que un día saltaré, monstruo, al otro lado del espejo
y borraré con piel que me he cortado las grafías de tu semántica,
para chillar definitivamente,
para desengañarme,
para quitarme esta melodía que me escarba la matriz,
para desposeerte.
dos
Desde ti, desconsolado, he vuelto con la memoria borrada,
llena de espumas y de espejos
pero la naturaleza me ha concedido un renacer.
Me ha hecho de nuevo saber que el día se divide
en miles de materias y, aunque me creí vencido,
no es cierto.
Ahora más que nunca tengo la fuerza,
y la energía para vencer
al miedo,
a pesar de no tenerte,
a pesar de no poder tenerte nunca.
Ahora ya tengo la certeza y no sé.
¿Cuántas manzanas y agua de dolor
tendré que esperar hasta un nuevo amanecer?
No me partiré, no.
Ya he vivido la muerte y no quiero morir más veces,
aunque mañana escriba lo contrario,
aunque me parezca que nada tiene remedio.
una
Yo sí te amo.
Ese sí es un sí mío, amor, te amo.
Te encierro en mi cuerpo para sentirme cerca de ti.
Te amo, sí, seguro: no es más que amor a borbotones.
Poseo amor de amar, sed de revuelo y palomas.
Yo sí te amo: amo tu contorno y tu mirada brevemente aterida y bosque, no sé.
Te amo cerca de lo imposible, cerca de la verdad absoluta.
Rendido de amor.
Te digo que te amo.
Te amo ahora más con hojas de leche de un árbol ya seco de amar con savia,
Yo sí te amo a pesar de la arena pesada del camino.
Yo te amo en grande, en verdad absoluta.
Amo tus ojos y tu mirada. Amo tu mirada y tus ojos.
Sin orden y con el control de Pegaso sobre sus músculos inferiores.
Amo tu cabeza, tu corteza cerebral y tu paladar. Amo tu cabeza y su núcleo.
Amo también, cómo no, tu cuello y tráquea y nuez oscura y sedienta de tragos lentos de serpientes (perdona la pornografía, amor amado).
Amo también tus hombros y sus acordes, tus brazos y las manos que los atrapan.
Amo de nuevo tu sonrisa. Amo tus ojos y tu sonrisa.
Amo tanto amor hacia ti que no te alcanzaré, idea, vapor, vapor de amor.
Amo tu piel de beso, y amo también tus besos y tu mirada de besar.
Yo sí te amo, amor mío, te amo como deseas que sean partículas del amor,
pero es extraterrestre, es invención, es fábula: tu eres león y yo hueso.
Sin embargo te amo siempre, entre el azúcar y la guerra, entre el cloro y la verdad.
Estoy de amor armado, amor mío, y no es de casi amor de lo que te hablo.
Amo tu camino hacia tu sexo. Amo tu verbo y tu sexo.
Amo también el resto que no es más que todo.
Amo tu forma de crecer, tu bolsa de basura,
Tu cárcel y tu llave.
Yo sí te amo, amor
Y estoy en un túnel parado, azul, sabio y reconociendo más que nunca
que tengo tanto amor que darte
que a menudo me nace un corazón nuevo para amarte.
dos
Solo te amo
¿Y por qué (no me amas o por qué creo que) no me amas?
Te siento y me miras, cerca o al lado (de la envidia) y te amo.
Te amo por (que eres) ser imposible materia
y a veces (te) me siento
cerca
y te huelo pensar.
Te amo (de nuevo, una vez más), como otras veces he amado
Y, mientras tanto, (aunque cometa) cometo los mismos errores anteriores.
Pero (solo) te digo que te amo
Solo (te) amo
tres
Mientras las estrellas
estén en el firmamento
el miedo se
hace pena
y alma: sueño
que se encresta.
Desde que te fuiste
me pongo triste
ay, de mí,
sueño solo contigo y
en vez de crecer
me caigo dentro de mí,
porque te fuiste para siempre.
La voz de hablar
y la culpa recaen entre las puertas abiertas
de las personas
que no saben la verdad del frío.
No encuentro la manera de saber
hasta qué punto las circunstancias
del ser fueron más altas que la luna.
Desde la canción que no debe tener
la suficiente muerte de la puerta
que nos separó
aquella tarde,
y cuando te recuerdo me pongo
triste
a la vera de la muerte mismo,
con la frialdad del narrador.
cuatro
El amor ya lo hallé hace tiempo,
hace veinte kilómetros,
pero es un amor callado,
un amor prohibido y líquido, como flor no nacida.
El amor lo tengo cerca, a cada rato
pero del otro lado de la muralla,
del lado de la vida última, del feto que hasta ahora no nace.
El amor plástico, triste y abierto, que se mece y se acerca
a mí como de noche, entre los visillos de una conjunta tarde.
El amor se me abre ya cerrado desde cada momento,
se me mete entre los ojos y se me expulsa por no saber serlo.
El amor ya lo hallé hace años, quizá por pecado o confusión genética,
el amor no se me nace ya, se me estorba dentro y chilla y transcurre rodeado.
El amor que está dentro de la boca, dentro de los dientes, dentro de la lengua:
dentro, seguro, quizá. Allí está aunque no lo parezca, hiriente y explosivo;
se me acerca a cada minuto, cada vez más violentamente,
pero lo miro, lo deseo con un desear intransitivo
como querer a un Dios que no existe si quieres.
El amor ya lo encontré hace años y está tan cerca que lo cojo en cada momento
sin tocarlo.
Y eres tú y no otro, amor mío.
Un amor reluciente de luz no usada,
de hambre y de deseo.
de frenética conspiración contra mí mismo.
Aléjate más para quererte.
Vete lejos para follar contigo.
Déjame tocar tu piel cuando estés al otro lado del mundo
porque cuando estás cerca,
me hielo y huelo tu olor hueco,
y se me hinchan las raíces
que ya tengo más que preñadas.
cinco
Basta un gesto amarillo del viento
para conocerte, para saber si escuchas
apoyándote en el color, navegando
por entre las palabras.
Basta un gesto para remover la sangre
que me brindas violeta después
de morder fuerte un árbol.
Basta una recogida uniforme de
la pérdida para atar lagos
de felices tardes.
Con el gesto me he robado un poco
de narciso; ahora estorbo, ahora
me alejo sin moverme, como solo yo
sé: disfruta del interior de la semilla hasta que explote de placer
y quizá me salpique aquí un poco.
He crecido en mi ilusión
reconozco el gesto que me lanzas
y predico caminos por donde hay que
enfilar la letra.
Escribo en madera pulmonar que me da vida,
que me aturde después
de cada rúbrica y me curo, me salto
imantado por el vastísimo suelo que
he engordado como límite del caer.
Ahora escucho el graznido de marcharme
de huir lejos para conocer mi figura,
para estudiar la naturaleza de la bondad que creo que me envuelve.
Solo la bondad que me hace morir un poco en cada ejecución.
Desde este pensamiento de soledad cárnica, me comunico yo
siempre, sin terminar de decirme
todo para estirar la calma y la creación.
Basta con un gesto para morder el árbol del deseo
cuya corteza nos oye a todos
nos escucha saltando de tierra en tierra, entre órbitas maniqueas.
Deseo dormir,
deseo colocarme otra vez en el lugar que me corresponda como cuando todo era tan fácil como respirar.
Deseo un deseo firme que me guíe, que me haga sonreír cada mañana.
Basta un gesto para mirarme alguna vez.
seis
Como el último minuto en que
la mirada contuvo tu rostro,
como la pared que tomaba
tu nombre como raza,
como el sonido ensordecedor
de un vientre de luz,
como tenerte en vez
de vivir,
como acostado cara
a cara con el agua
como acariciado por
un árbol de cemento,
como casi perdido en
oxígenos perfumados,
como atrapado entre
las escamas de un pez,
como volado por un
tiro centrífugo,
como ascendido al
cambio de siglo,
como tormenta de soles
ardiendo,
como lavando noches
de cera,
como aliviando el esperma
vacío,
como tirado en un saco
de gomas,
como quisiera que fuera
la tarde, como quiso que fue
nuestra despedida.
una
Como viviendo
entre esferas de gas
termino siendo
en vez de ser.
dos
No se extrañen si digo que casi veo sucias las circunstancias
y temo lesionarme y tener que apartarme del día
y dejar de ser un mamífero
y tener que taparme con una manta de licor
y escarbar en lo que estuvo lejos
nombrando del Sol solo su nombre
y despedirme del triángulo.
Pero se sale, se extraen fuerzas de los dientes
y se sale, y se cambian las sillas y entonces encuentras
que tu pulso es el mismo, y que abajo es tu casa
y que abajo se alojan las raíces preñadas de tinta,
y sales de entre la noche y te ensucias las manos
y te pintas el rostro y escalas una montaña de vida
y tocas el clave y te ríes del vértigo y sientes que te ha ido
una vida delante y la alcanzas de día y la ves.
Cuando sales tienes un proyectil entre las manos
y un corolario infinito de penas que consumes
si la luz es fuerte para secarlo.
Cuando sales estás afuera, donde se está
y donde se respira el espacio en que se esconden las matemáticas.
Ya he salido y soy.
tres
Y si se desapareciera
y si se estuviera casi a oscuras
en el escenario, alumbrándose por las velas,
acariciándose por una piel
líquida
natural,
durando
como rozado por el cabello.
Si se escuchara la voz tibia de
un deseo
pintada de un labio
mojado, ensalivado y enfermo
de sabor.
Si se encontrara el hierro
torneado que se persigue
por el aliento de las hadas.
Si se royera después del
calor una cueva en donde
morir de frío.
Si de todos los empeños
quedara solo la memoria que pesa,
todo sería caldo que beber con los dientes,
todo sería tiempo para extenderse por los colores,
todo sería, sencillamente, real y contable.
cuatro
En conjunto, la luna y su perfección son cántaros de
sangre búfala.
Desde el balcón del tímpano
escuchamos la grita del bosque
y el madero del chopo: la naturaleza
secándose los ojos.
Jamás olvidaremos el rescate del color,
cuando volvíamos de viaje,
del periplo de dentro.
¡Cómo nos olían las manos!
¡Casi igual que a agua, casi de la misma
forma que me devolviste las llaves
del castillo!
Nos empapamos las rodillas
y subimos cerca del rincón,
donde el indio se mecía entre dos osos
y el Sol irradiaba niebla.
Como el tiempo y la arena, el viaje.
El orbital sonámbulo corría
numérico hasta desaparecer
entre escapadas de otros, ocultándose
dentro de mantas y corriendo cercano a
los perros.
De allí se sacarán los mejores dulces
para tomar el casi licor, el casi
soberbio mirar del padre, en escritura
analítica y semidesnuda.
La gota se deslizaba por el ombligo
en forma de noche y más
de cien hormigas, sentadas en el
paredón, caían muertas, ahogadas
por la mordedura de un sillón.
¡Y cómo reírse cuando no tenemos sonido!,
¡si solo tenemos cerrado el cielo!
cinco
Bolivia.
Uruguay
Perú
Ecuador
Chile
Panamá
Paraguay
Argentina
México
Cuba
Colombia
Luxemburgo.
¿Cuál es el último país que sobra en la lista anterior?
seis
Señala de entre las palabras seleccionadas las que empiecen por hache.
Calcula el valor de las siguientes medidas.
Comenta en clase el sentido del texto.
Rodea con rojo las operaciones incorrectas.
Completa las siguientes oraciones con las palabras destacadas en negrita.
Encuentra en la sopa de letras seis países de la UE.
Resuelve las siguientes operaciones.
Completa la gráfica con los datos del margen.
Di si son verdaderas o falsas las siguientes afirmaciones.
Coloca la tilde en aquellas palabras que la necesitan.
Observa la figura y responde a las preguntas que siguen:
Halla el máximo común denominador de las siguientes fracciones.
Comenta con tus compañeros el significado del texto anterior.
Observa detenidamente las imágenes y responde a estas cuestiones.
Resuelve las actividades que se te proponen a continuación.
Resume el contenido de la noticia.
Divide estos dos números entre 34.
Colorea las imágenes según las siguientes indicaciones.
Traduce el texto que te presentamos a continuación.
Une con flechas cada una de las columnas.
Demuestra que la operación es correcta.
Reflexiona en clase la visión de este autor.
Actividades de repaso
Sé feliz.
Sed.
siete
Tras,
después, luego, un poco más tarde,
en breve, casi.
Ahora mismo, ya, ya está,
ya está siendo, estando,
es.
Ahora mismo, ya, ya está,
Ya está siendo, estando:
es la raíz que se ha llenado de agua,
se ha preñado de líquido inflado
y fresco.
La naturaleza está tierna, recién parida.
El brillo solar colma mi radiante ilusión.
No hay más que atributos.
Sé la verdad después de morirla.
Sé la verdad de la mitad de las piedras.
Sé la carne y el hielo.
Soy un hijo,
por eso no tengo que roerme,
y menos escupirme.
Ahora quiero coger mi rostro nuclear
y dedicarle una sonrisa merecida
sin dolor y sin recuerdo, que los recuerdos
matan y ya he muerto varias veces sin creerlo.
Merezco aquello que deseo
y ya sé que lo tengo:
yo.
ocho
Recibir.
Ahora no recibo/ré/í casi.
Preguntas y no más.
Puse/ongo/ndré el final de la tierra
entre las paredes de mi cuerpo
y el calor de mi sensualidad.
nueve
Renacimiento y belleza
Cada nacimiento es una bella
experiencia.
Cada renacimiento es pues
la belleza de la experiencia,
lo último que se nos cae antes de morir.
Nacemos, pues, imantados a un
renacimiento
que nos consuela
y nos da de beber
Renaced
para que se os vea a oscuras.
diez
Ahogado en las aguas del Ganges,
desmintiendo el error de haber nacido.
once
La media ilusión es media vida,
como la sabiduría que nace,
como el dolor que soporto,
como la verdad que suena.
De la sangre que me cae
del oído
recogeré insectos y no más.
Sin embargo,
la luz que ya no brilla,
el viento que no quema,
la palabra posible que no se manifiesta y
el equilibrio en soledad
no los quiero,
y no deseo volver
allí,
a la tenebrosa parte del ser
al sitio que me espera siempre abierto
y congelado de miseria roja y palomas.
doce
Para decir que las palabras significan
un nombre y su realidad
es necesaria la calma
de luces y postreras imaginarias.
Condición de ser imposible,
de manejar códigos que nadie entiende,
de hablar para la piedra del mar,
y sentir un desamparo,
y mirar siempre de lejos aun estando tan cerca,
que de cerca desapareces.
¿Quién imagina quizá que el viento no se dobla
en la esquina, tras el paso de la luz
sobre la oblicua montaña?
Posibilidad de una memoria inocente
que respira
en la música
y se enarbola en cismas y puentes levadizos.
Pregúntame mi nombre
y decidiré la palabra exacta que me define.
trece
De la luz y de la sangre
no se engendra vida.
Somos más y nos hacemos de hielo,
somos pasto de la crítica y de la mirada,
somos búfalos royendo briznas de dolor.
Y dibujamos con vísceras la palabra medida
para acabar delatándonos por creernos enfermos.
Y miramos delicadamente para no acabar con la línea
verdadera que creemos poseer.
Somos más, más incluso que Dios.
algunos hay de madera y otros de sabor a luna,
pero somos reales, lo juro.
catorce
Si al menos existiera la razón.
Para mí no hay quien resuma el final del deseo,
como que la realidad y la razón no poseyeran la misma sangre,
para tener que afirmarlo todo
y no dejar que la voz suene por dentro.
Montado en Pegaso, Calíope dormida en su musa,
dibujo manzanas para encontrar el nombre, el sentido y la realidad ahora ya separadas.
Ahora ya en ciudad alejada, en puesto de recepción hacia el infinito,
me extiendo por la era contemporánea
e intento intentarlo de nuevo.
Todo menos eso, todo sin significado real,
todo invadido de sombras,
todo calculado exactamente para el fracaso,
rodeado de un sabor azul amargo.
El bronco lamento de un reloj,
arde entregado a la realidad,
y con el fuego prorrumpido, azote de palmada chispeante,
emerge la luz divina y su significado.
Si al menos existiera la razón,
podríamos escribir el nombre de tu nombre.
Diseño interior.
quince
Para qué decir más que lo que ya he dicho,
si se siente a cada rato la soledad, y la angustia,
y además, ni siquiera soy de los que no admiran el techo del moro sabio, sostenido.
Por qué acabar de día si por la noche no hay más que palomas duende
surcando el camino azul del aire.
Para qué encogerme en sucios pensamientos que de por
vida me agotan en lugar de pedir y de decir y de vivir por fin.
De qué naturaleza estoy hecho si es que me siento atado
a un cristalino horizonte de cebras anilladas.
Por qué no hallo ahora la luz roja que a cada segundo me tragaba.
Por qué no me siento tan valiente como sé que es necesario ser
y me escondo doblado en el último vagón que el acero escupe.
Así, necesito saber que soy capaz de soportar la inefable
cuestión del devenir, que de venir está agotada.
dieciséis
Con la boca
Recojo con la boca los racimos de vida única,
el estorbo y la palabra.
Ahora con la boca recojo el dolor,
y no dejo restos de otras tumbas, no.
Con la boca sé llorar también.
Subido a un árbol llego incluso con la boca al suelo y
sé con la boca lamer un león y una espina
porque tengo dientes que duelen en pesadillas.
Ayer tuve un sueño con la boca.
Con la boca lo he contado,
y por la boca se me ha ido.
Lo recuerdo también con la boca ahora que la tarde se dice noche.
Con la boca moriré y he muerto.
Con la boca supe cantar y explicar mis ventanas.
Con la boca lloré mil, sí, tanto sufrí comiendo
grasa de nube y sonrisa partida, detrás de un arbusto.
Es mi boca la que necesita ahora tal vez otra boca.
diecisiete
La quietud, el suave rugir del tiempo, la quietud.
Es cierto que viví entre tormentos hacia el origen,
y es cierto que vivo metido en personas de vida y mora:
es agradable la quietud entonces, el suave y profundo rugir
del pensamiento, acostumbrado ya al silencio, al humo,
al cansancio apagado del viento que respiro.
Miro una mirada borrosa, cierta, creciente, alunizada
por calles vacías, y trago coches y webs y nacimientos en Belén.
Recuerdo el verso. Cada paloma musical del agua,
cada sonrisa y libélula. Trago versos también como razas,
minutos, grupos de tiempo metido en personas,
en ojos de cerámica, embrutecidos por la caricia
de un recuerdo asustado entre morfemas.
Ahora me protejo detrás de una membrana
azul, tierna, de agua limpia de mentiras.
dieciocho
Después de algún tiempo, metido en el hielo,
seducido por la idea de la desaparición,
he acabado cabalgando en una ola sin forma, de aire apestado por el tedio.
Cansado de rugir y de adoctrinar,
embelesado en una idea de belleza perdida
tropiezo
como un pájaro con manos en el tejado.
Con el tiempo escondido en una caja.
Con la espera del presente.
Con la espina cada vez más honda.
Miro oscuro hoy hacia abajo y de nuevo.
Mañana otra vez seré.
diecinueve
No he elegido
Tampoco fue un juego lo que decidí emprender:
fue sencillamente fuego,
fue el viaje del descreimiento cuando de mi árbol
despojé la piel que pesaba como nubes de aceite.
Ahora, llave, ahora duele tener una manta de sangre
cada mañana que desnudo las ventanas de mi vida.
Ese fuego, azul de sal, lo tengo en centímetros de leche,
en renuncias, en fonemas, en relojes crispantes,
en placeres y en cementerios.
Lo tengo todo; el fuego que no he elegido
lo tengo dentro de piedras masticables,
lo tengo en lágrimas,
gratis y de primera clase,
en azulejos y en mejillas de rey,
y creo que no lo quiero.
Quiero sin embargo,
el planeta,
el agua,
el cesto y
la orilla.
Quiero tener cara horizontal
y ojos de insectos para palpar de veras
la flora infestada de racimos y labios.
Morder pretendidamente el paréntesis en que me hallo
para conocer el verdadero nombre del sentido.
No he elegido, no, pero tampoco fue un juego lo que decidí emprender;
tan solo fue una renuncia de espacio.
EXTRAS
pieza 1
Corrí: casi me mato.
Doblé las curvas, acariciando en cada energía
tu nombre idealizado, tu silueta, recreada en millones de ciervos.
Corrí tanto…
Adelanté al futuro que diseñaba, mientras tanto,
tantas y tantas manzanas…
Corría mucho mientras pensaba en ti,
Justo durante el tiempo que duró tu idea,
translúcida y deforme.
Corría sabiendo que no te vería,
catapultado hacia la incertidumbre.
Pero yo corría siempre,
me arrastraba por tu nombre,
me dejaba toda la sangre,
vomitaba caballos por verte,
verte borrado,
incendiado como tu nombre de persona.
Corrí tanto
y me conformé con tu pronombre.
[1] Recuerdo cuando follé con tu espalda.