Óscar J. Martín
Larvatus prodeo
Teatro
¿De quiénes son las imágenes que vemos?
Las fotos son de Belén Bonita y Carlos (Charlie) y el diseño de cartel de Álvaro Benito Cortés
El Marinero. Fernando Pessoa
EL Marinero. Fernando Pessoa
Me sobrecogió el estatismo en que estaba esbozada la situación funeraria donde se encontraban las identidades veladoras: no se podía plantear de mejor forma. Las veladoras permanecen quietas. Dentro de ellas transcurre una vida en quietud: cada una desvela el mundo parado durante unos instantes para reflexionar. Es, por tanto, una acción verbal lo que sucede. La vibración del cuidadísimo lenguaje pessoano empuja al pensamiento, único elemento en movimiento centrípeto hacia el angustioso sentimiento de desubicación que sitúa al autor en una posición intermedia, indefinida e inhóspita. El texto de El Marinero se mueve y regala «la revelación de las almas a través de palabras confusas».
Tiempo: «Todavía no ha dado hora alguna», así arranca el texto.
Me atrapó el tratamiento del tiempo, como coordenada paradójicamente estática de un denso transcurrir de vida. La vida no vivida sólo se puede plantear en quietud, con la frialdad de la no acción física, con la ausencia de medición de tiempo
Sueño: «Quien quiera resumir en una sola palabra la característica principal del arte moderno ha de pensar en la palabra sueño. El arte moderno ha de pensar en la palabra sueño. El arte moderno es arte de sueño (…). El mayor poeta de la época moderna será el que tenga mayor capacidad para el sueño».
Y, en último lugar, me volvió a cautivar la idea shakespeariana, y de tantos otros genios que en el pasado ya fueron tan modernos, de vivir en sueño, la vida exterior se representa en identidades oníricas que sueñan un pasado donde habitaron entidades que soñaron. Por encima de las referencias simbólicas que recoge el texto se sedimenta la idea recurrente de la no existencia, el no ser iluminado por una luz de naturaleza extraña y alejada que el solitario Fernando Pessoa supo recoger soberanamente con su mirada en El Marinero.
¿Cómo?
Estatismo
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Proceso vivo de cosificación: los actores aparecen con sus cuerpos cubiertos con barro que producirá una idea de deshumanización con el objetivo de que prevalezca la palabra.
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Movimiento: soporte para dar forma a la palabra y construir una puesta escénica bella. Los actores se resuelven su quietud simulando posiciones semejantes a las que las estatuas románicas forman. Gestos que están lejos de insuflar acción a la obra. Se crea en cada movimiento canales de comunicación interficcionales (veladora con veladora), consigo mismas y con el público.
Tiempo
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Dos días en los que se desarrolla la obra: idea de circularidad, estatismo, invitación a la reflexión. El paso del tiempo reflejado en el transcurso de dos días choca ante un espectador que es invitado a presenciar la representación de un mismo texto con dos voces distintas.
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Pantalla: pasado. El espacio escénico se transporta a la dimensión virtual. Se simultanea el la acción en directo con la proyección de la obra en un plano virtual.
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Cadáver: construido con rodajas de naranjas, fruta viva desprendida del árbol que muere lentamente como el hombre cuando sale del vientre materno.
Sueño
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Seis actores que encarnan la voz de tres veladoras: idea de voz universal.
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Theremín y melódica: instrumentos que acompañan al pensamiento, que retuercen el alma con su timbre, que alcanzan a recoger en sus melodías el apagado sueño de la vida.
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La vela: la luz que ilumina la ensoñación dramática. «¿Quién mueve la llama de esa vela?»
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La ventana al mundo.